Hugo y yo

La culpa es de la sociedad.

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Lugar: En las Nubes (Alcalá de Henares), Madrid, Spain

26.2.07

Our House

Nuestra épica búsqueda del alquiler asequible y habitable ha pegado otro tiro al palo.
Seguimos jugando, qué remedio. Pero cada vez que pienso que una pareja de empleados públicos apenas puede costearse hoy una vivienda normalita en este país me vienen unas blasfemias a la mente que no puedo con ellas.
Cómo nos la han clavado. 40 años esclavizados por el banco, y somos capaces de firmar voluntariamente y sin que nos encañonen ni nos apliquen una dosis de pentotal sódico. Ha habido esclavos y prisioneros de guerra con más dias de libertad en sus vidas que los que le quedan al hipotecado medio español.
Puto país de espabilados, especuladores y jetas. Lo peor es que lo vemos normal y todo.

4.2.07

Ain't No Fun

Alguien tiene que decirlo, y yo soy el hombre indicado.

Pablo Motos no tiene gracia. Se desvive por ser ingenioso, y eso no es lo mismo que gracioso. Y en la radio al menos no se le nota que no tiene la más mínima fotogenia. ¿A quién se le ocurrió que este hombre funcionaría en la tele?



Gusta a bastante gente, vale, pero ello solo prueba que es necesario que alguien os abra los ojos.

Y dejad de mandarme monólogos de El Club de la Comedia. Hace mucho que paso de leerlos en cuanto reconozco lo que son (en lo que tardo dos frases).

3.2.07

Push The Button

Mi renacido interés por la música está teniendo el esperable efecto secundario de despertar mi fascinación por la tecnología musical. Mis tiempos de técnico de sonido me dejaron un gusto por los cachivaches relacionados con la creación y procesado musical, que siento regresar a medida que dedico tiempo al piano.



(No, aún no puedo tocar sin los auriculares. Tengo una dignidad.)

Sería absurdo negar que lo mio no es aprecio por la potencia y posibilidades de los equipos, medidas en osciladores, dBU's, latencia y demás, sino simple e infantil fascinación por las cosas con botones y lucecitas que hacen "¡ping!". Un tecnófilo, es lo que soy.
De hecho, me pasa más o menos lo mismo con los ordenadores, los coches, o la electrónica de consumo de cualquier clase. Si tiene lucecitas y botones, lo quiero.

Por suerte he nacido en la edad dorada para cultivar esta anomalía. No podremos tener empleos decentes, vivienda asequible ni un clima estable, pero teniendo iPods y móviles con cámara, ¿qué más queremos?