To Come Of Age

Me aburro. Y no es que me falten cosas que hacer.
Tengo el piano, tengo esos tres kilitos que aún me gustaría perder, tengo montones de discos, pelis y libros pendientes, tengo amigos, tengo parientes a los que visitar, viajes que hacer, coches que lavar...

Y, mayormente, siento que todo es una capa de distracción que flota sobre un mar de... ¿aburrimiento? No es que no tenga nada que hacer, sino que nada de lo que hago parece especial, importante o con más sentido que el de hacer transcurrir el tiempo. Tanto entretenimiento sólo me revela lo poco que tengo que hacer realmente. Es la falta de objetivos el verdadero problema. El impulso parece agotado y estoy en órbita geoestacionaria, sin caer, pero tan lejos de las estrellas como al principio.

Hola, Mediana Edad. Pasa y ponte cómoda.



(foto por cortesía de Amalia)

No es tan negro como suena. He hecho dos amigas, y el trato con ellas me ha revelado cosas que necesitaba saber.
Una pronto será una vieja como yo mismo, pero ella sí se resiste a ser arrastrada por el tiempo y la conveniencia, y se aferra a sus sueños como si le fuera la vida en ello. Tal vez sea así. No puedo decirle que hace mal, y no creo que nadie pueda.
La otra tardará mucho aún en ser vieja, si es que tal cosa es posible. Tiene una nueva ilusión cada día, y hace que me acuerde de cómo era sentir tanto interés y pasión por todo. Me hace sentir joven y viejo a la vez. Con la energía y las ganas de la mediana edad, y la sensatez y la prudencia de un adolescente. O sea, como cuando tenía su edad.
Vale, esto último quizá no sea lo ideal.

El caso es que sigo sin saber para dónde tirar, pero al menos me encuentro gente encantadora dispuesta a indicarme el camino. Si supiera hacer la pregunta correcta.

Ah, tengo un patrocinador.