Hugo y yo

La culpa es de la sociedad.

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Lugar: En las Nubes (Alcalá de Henares), Madrid, Spain

15.9.08

Norwegian Wood (Director's Cut)

NORUEGA.

Oslo, día 1.


Aterrizo en una noche más cálida de lo que me temía, y me desplazo en tren hasta la estación central de Oslo, y de ahí al metro.
Sorpresa y decepción: los países nórdicos no nos llevan 30 años de ventaja en todo. El metro de Oslo parece traído de una república soviética de hace 30 años. Y tienen un sistema de solapamiento de líneas y andenes muy chungo. Eso sí, se habrán ahorrado una barbaridad en hacer túneles. Acostumbrado al Metro de Madrid, pierdo un tiempo absurdo esperando por el tren de una línea en particular cuando podría haber cogido otras que me llevaban al mismo sitio. Culpa también de las instrucciones que obtuve para localizar mi hostal, que especificaban una línea y sólo una.

Me las apaño para encontrar el hostal, que por lo visto en el camino está en una zona ligeramente chunga de la nuit oslovaca. De nuevo las instrucciones que se encuentra uno por Internet inducen a engaño: la puerta está en realidad en una calle que hace esquina con la calle de la dirección que me han dado. Ingreso, entro discretamente en mi habitación compartida (ya hay alguien durmiendo en la cama vecina a la mía) y me acuesto sin más.En mis primeros minutos de estancia, Noruega está resultando asombrosamente caótica.

Oslo, día 2.

Apenas salgo de la ducha, conozco al vecino de cama al que seguramente desperté al llegar: es una mujer. Yo pensaba que eso de los hostales mixtos no se llevaba, pero el caso es que duermo en el barrio de las putas (a tenor de lo que vi al llegar), así que no vamos a escandalizarnos por nada. Además, es española, y una señora muy amable. Lleva aquí unos cuantos días, y me proporciona indicaciones útiles. Un saludo, Elisa.



Tras desayunar, recojo mi mochila (vamos a hacernos muy íntimos estos días) y doy un corto paseo antes de hacer lo más importante de la mañana: recoger mi Oslo Pass y mi billete para ir a Bergen el día 4. Veo Akers Brygge, el puerto de recreo, Akershus Slott, el castillo, camino por Karl Johans Gate toparriba hasta el Nationaltheater y sigo hasta Vigelandspark. Me frustra no poder ver la estatua central, que está siendo limpiada, pero el que viaja siempre corre esos riesgos.



Tras comer en el parque, tomo un tranvía que me deja de nuevo en Akers Brygge. Camino otro rato, visito el Museo Histórico (una colección de vasijas, puntas de flecha y no mucho más), camino algo más... decido que voy estando harto de paseo y me vuelvo al hostal. Sorpresa feliz: dispongo de Wifi, así que puedo chatear con amigos y familiares, subir fotos, escribir algo para el blog... ¿qué sería de mí sin Internet? Tras navegar un rato, salgo a dar un paseo para cenar algo en la calle, y acabo comiendo junto al puerto. Decido que el día siguiente intentaré hacer un tour en bote por el fiordo, si el tiempo acompaña. Y esos museos de temática marítima que hay al otro lado de la bahía parecen atractivos. Me acuesto molido, pero satisfecho.

Oslo, día 3.

Parece que tengo suerte: aunque ha llovido durante la noche, el dia se levanta soleado. Me planto temprano en el muelle y saco mi ticket para la excursión “Fjord Sightseeing”. Conviene colocarse al final del bote: los pasajeros vamos varios escalones por debajo del nivel de la mini-cubierta de proa, y además en la proa está el timón, de modo que se ve más y mejor cuanto más a popa.
Es un recorrido ameno y bonito, además de una verdadera exhibición de casitas de verano al estilo noruego: color bermellón o mostaza, marcos, vigas, jambas y tejados blancos, un pequeño embarcadero... Parecen de juguete. Es asombroso que la tierra que dio origen a los vikingos pueda ser tan adorablemente chic.





Volvemos a mediodia, y decido empalmar cogiendo allí mismo el ferry a Bygdøy, que te deja en la puerta de una agrupación de museos de temática marítima: el museo de construcción de botes, el museo naval, el museo Kon-Tiki, el museo Fram, que encontré muy recomendable: exponen nada menos que el mismísimo barco que le da nombre, un velero que llegó más cerca de ambos polos que ningún otro barco de su clase. Disfruté en extremo de todos ellos. Tanto la exposición como lo adecuado del entorno componen un punto de obligada visita.





Oslo – Bergen, dia 4.

El tiempo no va a acompañar: hace un dia gris y amenaza luvia. Una gran lástima, porque al parecer el viaje Oslo-Bergen en tren es un espectáculo. De modo que toca quedarme a medias, y ver el viaje sin apenas ocasión de hacer fotos decentes. Lástima, pero bastante suerte estoy teniendo con el clima hasta ahora. Así y todo, la belleza del paisaje es evidente bajo cualesquiera condiciones. Arroyos, lagos, barrancos... a cada curva del trayecto hay algo que ver. Una pena que tantos túneles interrumpan el show constantemente.

Llego a Bergen en hora (como siempre cuando uso el transporte público local), y me aposento en el hostal. Bergen no me decepciona: en el primer vistazo que me da tiempo de dar ya capto algunas de sus cualidades. El puerto y Bryggen, las casas de madera de la liga hanseática (antiguos comerciantes alemanes de pescado), las preciosas casas de las colinas circundantes, las callejuelas posteriores del centro...
Paseo un poco por él y me sorprende la animación local. Una marea de gente dirigiéndose en la misma dirección que yo. Al poco lo descubro: llego justo cuando se celebra un concierto de R.E.M. El caso es que Bergen tiene una vida nocturna más que notable para estas latitudes (lo confirma al dia siguiente mi compañero de habitación, un hombre de Stavanger que viene a Bergen por la marcha).
En una tienda del puerto coincido con un puñado de españoles, que sin venir juntos nos tropezamos ahí.
Encima, la encantadora cajera también es paisana. ¿Qué tiene esta ciudad?

Bergen, día 5.

Pues tiene mucho, muy bueno y bonito. Empiezo el dia subiendo al funicular Floibanen para gozar de una vista espectacular de la ciudad.

Panorámica desde lo alto del monte Fløyen (13 MB)

Bajo a ver el Akerhus y la torre de Rosencrantz, enclavados en un recinto militar a dia de hoy, pero llego demasiado temprano y me conformo con pasear por el recinto. Cojo un autobús para ver la iglesia de madera de Fantoft, pero no es una visita muy satisfactoria. Da para 10 minutos, y se tarda al menos 15 en ir y otros tantos en volver, y eso si no te pierdes buscándola al llegar (hay que salir a un camino en el bosque sin ningún tipo de indicación para dar con ella). Al menos, conozco a otras dos españolas en el bus de regreso (¿hay noruegos aquí?).



Paseo un rato, hago la compra y bajo de nuevo al puerto, paseo por entre las casas de madera del Bryggen, y trato de visitar el Akerhus, pero está cerrado, y sólo puedo acceder a la torre de Rosencrantz. Tiene un pequeño recorrido guiado por el interior, pero el plato fuerte es la subida al balcón y las vistas que proporciona. Más si hace buen día, como es el caso hoy. Vuelvo a tener suerte con la climatología.




Al bajar, me meto en el museo hanseático, una antigua casa de los mercaderes alemanes que se establecieron en Bergen en el siglo XVIII a comerciar con pescado y derivados. No entra en la tarjeta Bergen Pass, así que debo pagar. Tiene gracia.
Pero sigue siendo mejor pasear por las calles de la colina, entre las casas de madera de mil colores, con escaleras y rampas colocadas en cualquier lugar, que dan al visitante la sensación de estar invadiendo propiedad privada a cada paso, mientras los gordos y lanudos gatos que hay por doquier le vigilan.





Bergen enamora. Lo siento con certeza cuando aún no es ni la hora de comer. No tiene, quizá, nada especialmente destacable respecto de cualquier otro lugar de este país. Pero todo lo tiene concentrado. El mar, las casas desparramadas sin uniformidad, el verdor pujante en cada rincón que no está asfaltado, gente amable en todo momento y lugar... Es difícil no preguntarse cómo sería quedarse a vivir aquí.


Bergen – Sognefjord, día 6.

Hoy toca mi primer tour por los fiordos, en este caso el Sognefjord. Voy a seguir dos de los célebres recorridos “Norway in a nutshell”, hoy éste y mañana el del Hardangerfjord.
Comienza con lo mejor: bote desde Bergen hasta Flam. No desaprovecho la ocasión de grabar en vídeo: esta vez, un largo time-lapse de todo el trayecto. En el proceso mueren casi las dos baterías de la cámara, y debo sacrificar montones de fotos y un rato de sensaciones espléndidas en la cubierta del bote, viendo a pelo el sensacional panorama. Me prometo resarcirme mañana. Por lo menos he logrado completar el vídeo, y creo que estaré satisfecho tan pronto lo tenga compilado y colgado en Youtube.
Ah, y conozco a más españoles en el barco. Ya ni me sorprendo.



Flam es un sitio extraño. Es un pequeño reducto montañoso que parece componerse de una estación de ferrocarril, un puñado de tiendas de souvenirs, unos hoteles y hostales... Vamos, que sería igual que una estación de esquí... si no se llegase a ella en crucero. Son estos contrastes entre mar y montaña, tan a pelo, parte de lo que hace especial a Noruega.



En Flam cogemos el Flamsbana, un tren que sube hasta Myrdal en uno de los trayectos más empinados del mundo. Las vistas por el camino son exultantes, una vez más. Casi empieza uno a esperar encontrarse una catarata, un barranco o un lago a la vuelta de cualquier esquina. Hacemos una parada breve para contemplar una espectacular cascada, y de paso un extraño número de música new age y una hippy bailando, que no termino de entender qué se supone que le añade al entorno.



En Myrdal cambiamos al tren para regresar a Bergen. Es el mismo trayecto que recorrí al venir desde Oslo, aunque hace mejor día y puedo disfrutarlo un poco más. Pero eso también me permite cabrearme un poco por haberme quedado sin baterías. C'est la vìe. Supongo que, para el turista, un día en que se queda sin baterías para la cámara es un día bien empleado.

(véanse los vídeos que colgué en la entrada previa)

Bergen – Hardangerfjord, día 7.

Segundo tour fiordero, esta vez la ruta del Hardanger: Bergen – Voss – Ulvik – Eidfjord – Norheimsund – Bergen. El dia vuelve a acompañar. De entrada, en el camino a Ulvik pasamos junto a un lago que nos obsequia con una estampa espectacular. Y una catarata. Y un torrente... Este país es así.



Subimos al bote en Ulvik, y me planto en cubierta para no bajarme. Es un recorrido corto hasta Eidfjord. Una vez allí nos llevan, fuera de programa (y pagando extra, claro), en un corto recorrido hasta un museo de la naturaleza, donde ofrecen un documental realmente chulo, con imágenes aéreas del fiordo en formato panorámico. Luego nos suben hasta el Voringfoss, un precipicio altísimo con salto de agua a juego.



Nos devuelven al puerto, y de vuelta al bote, donde no me bajo de cubierta ni por un momento hasta llegar a Norheimsund. No me explico cómo hay gente que prefiere quedarse abajo, resguardada tras las ventanas empañadas de la cabina. Si hay un modo de disfrutar de estos trayectos por el fiordo es ahí, arriba, recibiendo el viento en la cara y contemplando en toda su extensión el panorama. Estando ahí me siento como Leonardo Di Caprio en aquella escena tan tonta de Titanic. Realmente, ahora comprendo la sensación “rey del mundo” que inspira el estar ahí, haciendo de mascarón de proa, soportando un ventarrón que puede tirarte si te descuidas.










El bus de vuelta a Bergen no ofrece emociones comparado con todo lo anterior. No obstante, seguimos pasando por paisajes de impresión, que a estas alturas son ya rutina.


Bergen – Alesund, día 8.

Un día difícil de aprovechar. Los viajes en avión siempre me hacen sentir obligado a estar con mucha antelación en el aeropuerto, y al final acabo pasando horas en la sala de espera, cuando podría estar disfrutando del último paseo por Bergen. Pero uno es así.
No obstante, volar desde Bergen a Alesund ofrece una gran recompensa, si el dia es propicio (y lo es, decididamente Thor y Odín están conmigo): la visión aérea de la costa entre ambas ciudades, y sus innumerables islotes. Es un espectáculo sobrecogedor, aunque lamentablemente breve.



Alesund es más una extensión que una ciudad: tiene un núcleo urbano muy definido, y un área de influencia que se extiende a lo ancho por la costa y varias islas. Apenas tengo tiempo de pasearla un poco al llegar (esta vez no me alojo en el centro, de modo que mis posibilidades son más limitadas). Mañana le dedicaré el día.

Alesund, día 9.

Tras informarme adecuadamente, decido ceñirme al recorrido que propone la oficina local de turismo. Subo el Fjellstua, la colina que se alza sobre 418 escalones para regalar una formidable panorámica de la ciudad a quien la corona. Luego recorro el barrio art nouveau, fruto de la reconstrucción que experimentó la ciudad tras un devastador incendio en 1904. Paseo por la pequeña pero adorable zona del puerto y el canal, veo la iglesia, y en apenas una mañana casi tengo la ciudad vista ya.



Por la tarde vuelvo a subir al Fjellstua (la vista merece unas fotos con mejor luz), luego tomo uno de los catamaranes que hacen de autobús entre las islas próximas,veo un poco del fiordo local, y ya tengo la impresión de haber visto todo lo relevante.





Pliego velas pronto, pensando en el crucero que mañana me llevará a través del Geirangerfjord.

Alesund - Geiranger, día 10.

De entre las opciones disponibles para ver el Geirangerfjord, elijo subirme a un crucero que me llevará y traerá sin opción a bajarme en el pueblo de destino siquiera. Es una pena, pero me podré hartar de ver fiordo, y en bote, que es mucho más divertido que las horas de autobús a que me condena el otro itinerario disponible. Lo que no me avisa nadie es que voy a viajar en el [i]Queen Viejuna[/i], o así debería llamarse el crucero en el que iré. Creo que somos media docena los menores de 60 años a bordo. Bueno, al menos por un dia no me distraerán mucho las bellezas del lugar.



Este fiordo no me impresiona tan vivamente como los anteriores, pero sospecho que la culpa es más de la monotonía de la excursión y del efecto saturación que del Geirangerfjord en sí, que ofrece vistas formidables en toda su extensión. Quizá un itinerario que permitiera pasar algún tiempo en tierra hubiera hecho cambiar mi sensación: en las fotos publicitarias es impresionante.



Alesund, día 11.

Vuelvo a casa. Antes de coger el autobús que me llevará al aeropuerto, sin nada planeado (ni ganas de arriesgarme a perder mi vuelo), me limito a pasear, ver un par de museos, y hacer balance de mi viaje por esta tierra.





Noruega es un país construído con Lego. Esa es la descripción que se me ocurrió en algún momento, mientras admiraba las casitas de madera en color mostaza o burdeos, construidas a escasos metros de un inmenso estanque de agua salada, rodeadas de un bosque de abetos que las hace parecer totalmente incomunicadas. O quizá fue mientras admiraba una catarata aquí, o un lago allá. La Noruega que he conocido, la de los fiordos, es de una belleza arrebatadora.
Bergen es ya mi ciudad favorita de todas las que conozco. Oslo, el modelo de cómo debería ser una capital europea. Alesund comprime mucho atractivo en poco espacio.
En todas partes se me trató con amabilidad, encontré sin problemas lo que buscaba, y en cualquier momento podía surgir una conversación distendida con un desconocido. Y no me hagáis hablar de las mujeres noruegas. Oh, Dios...

¿Estoy satisfecho? En extremo. ¿Lo recomendaría? A todos. ¿Volvería? Quizá lo haga.

Ah, el bonus track (-20 CI). Adiós, reputación.



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5 Comments:

Blogger David said...

Menudo post. La verdad es que lo sorprendente es que todas las fotos tienen una luz estupenda. Menuda tiempo has pillado, para esta época del año.
Sí va a ser que Thor y Odín están contigo.
¿Has pensado cuál será el siguiente viaje?
Un abrazo.

10:55 p. m.  
Blogger Hugo said...

No hay planes. De momento no sé si el año que viene habrá viaje o me dedicaré a alguna actividad al aire libre, como especulé este año. Va siendo hora de atacar el submarinismo, tal vez.

12:21 p. m.  
Blogger nino espadas prieto said...

jo, como mola, vaya post legendario que te has marcado, que cunda. una arañazo.

7:47 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Juas, tremendos el video y los monumentos noruegos.
El post ya ni comentarlo, memorable.

Saludos

4:09 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Precioso, ¡impresionante!.

Besos.

8:54 p. m.  

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