Hugo y yo

La culpa es de la sociedad.

Mi foto
Nombre:
Lugar: En las Nubes (Alcalá de Henares), Madrid, Spain

23.2.05

Wednesday Morning, 3 A.M.

Miércoles.

¿Desde cuando nieva de esta forma un 23 de Febrero? Otros años recuerdo haber ido en camiseta por la calle a estas alturas. No he visto tanta nieve en Madrid en mi vida
Y mi amado jefe se ha empeñado en que las calzadas cubiertas de nieve y hielo y las Vespas son perfectamente compatibles. Solo ha habido un herido leve, así que debe tener razón.



Si algo bueno tiene estar trabajando con gente así es que me ha hecho replantearme mi relación con mi trabajo. No (solo) en términos de "¿qué es lo peor que me puede pasar si le mando a tomar por culo?", sino sobre la forma en que encaro mis responsabilidades.

El trabajo es una maldición bíblica, y seguramente Dios condenó a Adán, Eva y a toda su raza a ganarse el pan currando porque el infierno le parecía poco. Trabajar es un mal menor, y si lo soportamos es porque estar sin un puto duro es aún peor.
Esa es la forma en que cualquier persona sensata encara el tema. De otro lado, están los que opinan que el trabajo nos da una oportunidad de hacernos mejores, más fuertes y sabios, que la dificultad es lo que nos permite crecer, y que cada cosa que quieras tener has de habértela ganado primero. La ociosidad es la madre de todos los vicios, etc. La puta herencia cristiana nos ha dejado, entre otras cosas, una insana admiración por el sacrificio personal. Nos encanta presumir de lo que hemos pagado (espiritualmente) por algo, como si eso hiciera automáticamente más valioso ese algo.

No es que esa sea mi postura, pero el caso es que, una vez metido en faena, a menudo tengo que recordarme a mí mismo que la empresa no es mía. Soy de los que hacen lo posible por sacar el trabajo adelante, e incluso cuando las condiciones son menos que propicias o las demandas son irracionales, me siento mal cuando no puedo con todo. Eso si, una vez paro puedo seguir en reposo todo el tiempo que haga falta.
Supongo que tengo algo de ese respeto reverencial por el esfuerzo que tenía mi abuelo, por ejemplo, para quien el concepto de cogerse la baja debía ser poco menos que robar de la caja de la empresa. Si podía ponerse en pie, podía trabajar.

Supongo que uno de los pocos consuelos de ser pobre es enorgullecerte de haber sudado por cada cosa que has conseguido. Aunque es un honor al que la mayoría renunciaríamos ipso facto. Por algo las loterías venden lo que venden.