I Feel You

La paleta de emociones humanas es ridículamente compleja, incluso si tenemos en cuenta la cantidad de palabras que nuestro idioma o cualquier otro le dedica.

No hay una palabra que defina la incomodidad de reencontrarte con un viejo conocido y no saber si lo apropiado es saludarle, iniciar una conversación en la que muestres interés por su vida y milagros, o fingir que no le has visto o no le reconoces. No es sencillo describir la sensación que provoca el recuerdo de un detalle banal de una época pasada, que nos pareció lastimosa en su momento, y al regresar a la memoria parece digna de nostalgia.



Es por eso, entre otras cosas, que hay gente que cuenta historias con mayor gracia que otra.
Porque los hay con el talento de comprender emociones ajenas, y además expresarlas de modo que sean compartidas fielmente por el receptor. Quizá sea esa la medida suprema de un narrador.

Cuando he tenido una historia en la cabeza no me he sentido demasiado satisfecho al terminarla. La mayoría no han llegado a salir de puro malas que eran al primer repaso. Lo que valía la pena casi siempre llegaba distorsionado al papel.

Llevo un tiempo pensando en una historia. Cuando fluyen las ideas parece encajar todo perfectamente. Al rato revisas lo que tienes y ves que es algo manido y previsible. De modo que uno acaba desanimándose y no escribiendo nada. Creo que al final solo valgo para escribir pequeñas y grandes paridas breves y poco estudiadas.