Hugo y yo

La culpa es de la sociedad.

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Lugar: En las Nubes (Alcalá de Henares), Madrid, Spain

9.11.05

Road Trippin'

Siempre me han gustado los viajes por carretera. Hay algo de mágico en cómo puedes pisar el asfalto y, sin abandonarlo, llegar a casi cualquier lugar. La carretera viene a ser una nueva dimensión, perpendicular a todas las demás, ubicua e infinita.



En mis viajes cortos y largos he notado que escuchar música se ha convertido en una necesidad. Y que la aprecio con una mayor intensidad que cuando la escucho sentado en mi habitación. En el contexto del desplazamiento, las canciones parecen encajar como la banda sonora de una película, amplificando el momento, y abriéndose y revelando un nuevo significado gracias a él. El paisaje parece deslizarse al ritmo de la música.

Sin descartar que ello sea pura sensiblería, puede que estas sensaciones nazcan del sentimiento de enajenación que conlleva incluso el desplazamiento más corto y rutinario. Salir supone asumir un pequeño riesgo de no regresar. El que se marcha abandona brevemente lo que tiene y lo que conoce. Un viaje, corto o largo, nos deja expuestos y expectantes ante el ancho mundo.
Y esa salida al peligroso pero fascinante exterior induce un estado de conciencia agudizado. El viajero (que no el turista) se abre, se empapa, aprende, se deja fascinar, en parte porque más vale siempre estar en guardia, en parte porque es inevitable ante lo nuevo. Y todo ello propicia un estado mental idóneo para aprender, experimentar, gozar.

Hay un hito en la narrativa mitológica y épica cuya recurrencia está sobradamente estudiada: el viaje del héroe. El protagonista comienza sus aventuras con un viaje que le lleva a aprender sobre el mundo, a desarrollarse y conocerse a sí mismo, a hacerse adulto.
Conocerse a uno mismo es un largo, complicado y apasionante viaje, parece querer decir el subconsciente colectivo.
Los refritos modernos de Tolkien, Star Wars y similares explotan la simple pero insoslayable carga simbólica del tema. Y las historias de Kerouac de viajes sin partida ni regreso, sin reservas ni salas de espera, subliman el concepto hasta los huesos: no importa el destino, solo importa el viajar. El desarraigo se descubre no como evidencia de miseria, sino como otra forma de vida, y el nomadismo como vía hacia la iluminación.

El hippy que llevo dentro resuena con esas ondas, tío, pero el treintañero cínico y holgazán que le acompaña le puede. Desventajas de la no-violencia. El caso es que no he viajado ni la mitad de lo que querría, y sé que un dia me lamentaré por ello.

4 Comments:

Blogger Hugo said...

¡Hombre, Viru! Qué honor tener a una figura de la cultura pop hispánica por aquí.
Aprovecho para repetirte que te deseo mucha suerte, aunque lamente que dejes la tienda. Y visita al Misionero si tienes un rato ;) Un saludo.

6:25 p. m.  
Blogger Toperro said...

Me sorprende que pongas títulos de los Red Hot Chili Peppers en algunos posts :O

Respecto al tema, es difícil encontrar una música que aune el paisaje con uno mismo pero si la encuentras disfrutas como nada del viaje, cada vez que voy a algún lugar de España si he escuchado un determinado disco luego recuerdo ese lugar por ese disco y todo lo que ello conlleva :)

Saludos perrunos

8:47 p. m.  
Blogger Miada said...

Yo no sé ir en coche, viajar sin música o radio en su defecto, necesito esa compañía que pone ritmo incluso a mi pie y al acelerador en consecuencia...

Peligroso para mí...

Pero el vieja hacia ti, hacia dentro, ese sí que requiere música, suave, lenta para ir y por favor, con ritmo y muy, muy rápida para salir corriendo...

Un beso.

12:45 p. m.  
Blogger nino espadas prieto said...

el viaje es a la música, y la música es un viaje,creo que es mejor que las medicaciones anti-depresivas, la audición de la música,-coloca-, y el viaje con música es mejor.
Para conocer el mundo, no hace falta salir de casa. salud.

10:26 p. m.  

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