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Por si no lo he dicho suficientes veces ya, me hago viejo.

Soy consciente de demasiadas cosas. De que la mayoría de los caminos que podía tomar están ya a mi espalda, que cada dia me duele algo o me encuentro algo más o algo menos, y en especial, consciente de la finitud. La caducidad. Lo efímero.

La muerte, coño.

He enterrado ya a algún ser querido y a unos cuantos no tanto, y temo por los que quedan. Me sorprendo sorprendiéndome de que no haya tenido que visitar a nadie al hospital en mucho tiempo. Anticipo alguna fatalidad lenta o rápida que me joderá la existencia un dia de estos.

Puede verse como un síntoma de felicidad, claro.



De momento, estoy tomando la precaución de despedirme. Siempre. Procuro decir "adiós", por lo menos, cuando me alejo de alguien que me importa algo.

(Ya, lo sé: últimamente he fallado en eso alguna vez. Lo siento, chavales)

También me gusta decir "buen viaje". Suena especialmente agradable. Viaje es la vida entera, y desear eso es desear bien.

Claro, que "buen viaje" también es lo que decían los espectadores de un combate de boxeo cada vez que un golpe daba de lleno.

Qué tonto me pone el otoño.