Poem To A Horse

Escrito a petición de dos amigas, con cariño y muchas risas:


Dejadme contar la historia
de un poeta desdichado
que fue arrojado a la noria
de la pasión y la euforia
del sexo cruel y malvado.

Hugardio era un joven bardo,
su talento era una joya,
mas también era un bigardo
hermoso, y el muy bastardo
lucía una enorme... argolla

que colgaba de su cuello
sobre su atlético pecho,
castaño era su cabello,
vamos, que era un mozo bello,
un galán hecho y derecho.

Con tantas y hermosas dotes
no es de extrañar que las nenas
le persiguieran al trote,
ansiosas de algo de frote
en vez de hermosos poemas.

Harto del escaso aprecio
que obtenía con su talento,
Hugardio, el pobre (¡y muy necio!)
un dia fue, con paso recio
al Bosque De... eh... de este cuento.

Adentrose incautamente,
metiose en lo más frondoso,
extraviose y, de repente,
se encontraba frente a frente
con un chozo muy piojoso.

Y estaba junto a la entrada
la malvada Famarona,
bruja, mujer deslenguada,
obscena, ruin, depravada,
o sea, muy mala persona.

Pensó al ver al muchachuelo:
"¡Qué mozalbete, rediós!,
y además parece lelo,
a ver si me lo camelo
y le hago un favor o dos."

Le dijo a Hugardio, impaciente,
"Muchacho, ¿avivas mi fuego?,
es que ya no es tan caliente;
tienes la leña aquí, enfrente:
métemela, te lo ruego."

Y el pobre Hugardio accedió,
se dirigió a la madera
y apenas él se agachó,
la bruja se abalanzó
sobre él, como una fiera,

y él protestó: "¡No, señora!",
mas su proceder galante
no amilanó a su captora,
que le usó por varias horas,
por detrás y por delante.

Mas no le bastó, a la pilla,
pues la bruja le hechizó,
para tener en su villa
por siempre esa maravilla
con la que Hugardio nació.

Y allí quedó retenido
y hechizado el pobre Hugo,
(perdón, Hugardio), molido,
pues él le limpiaba el nido
y ella le sacaba jugo.

Y una mañana ocurrió,
mientras Hugardio planchaba,
que un cantar cercano oyó:
"si estamos solos", pensó,
y la bruja dormitaba.

¿Quién sería?, y vino a ser
una hermosa muchachita
en edad de merecer,
hermosa hasta enloquecer
y de actitud modosita.

"Bella dama, el gusto es mío",
dijo Hugardio, impresionado,
y notando que su brío
le estaba buscando un lío
(que sí, que estaba empalmado).

"Aquí no os debéis quedar;
pues aquí una bruja habita,
y me ha logrado hechizar,
y no deja de abusar
de mí en su choza maldita".

"Tal cosa sho no consiento:
¿ultrahar a ehte muchacho?
¡Qué perfidia, qué lamento!
¡Y que cacho monumento...!
...eteee, perdón (ché, ¡qué macho!)".

"Sabed vos, lindo poetiso,
que sho soy una prinsesa,
y en mi reino, ni un petiso
ha de temer el hechiso
de ninguna bruha aviesa".

"¡Que me liberéis yo quiero!".
"Momeento, ché, negosiemos:
¿shó qué gano si os libero?"
"Vuestro es mi cuerpo entero"
"Eeete, dale, ¿nos casemos? "

Y Hugardio fue liberado,
desposó a la prinsesita,
si bien le dejó asombrado
lo que un ser tan delicado
podía hacer con su cosita.

Hasta que una noche el drama
atacó sin compasión,
y llegó junto a su cama
encarnado en una dama
con gorro, escoba y bastón.

"¡Me has robado a este chaval!",
vociferaba la bruja.
"Ché, es que estaba muy mal
usarlo de semental".
"Ya, y tú bien que lo estrujas".

"Señoras, perdón, os ruego..."
"¡No te metás!" "¡Calla, bobo!
¡De tí me ocupo yo luego!"
"Andá, que le cogí apego..."
"Mira, ¿si no te lo robo...?"

Y, tras charlar un ratillo,
se resolvió la disputa:
cogieron a Hugardio, el pillo,
e hicieron un "bocadillo".
(pero... ¡qué hijolagranputa!)

Y, si quieres moraleja,
toma nota: no creyeres
que es por ser joven o vieja,
modosa, linda o pelleja:
son brujas... por ser mujeres.