You And Whose Army?
Mientras leía el otro dia en el foro (¿dónde si no?) un comentario acerca de si Magic Johnson había sido igual o superior a Michael Jordan, pensé que había una cosa de la que había disfrutado Johnson y que Jordan no tuvo nunca.
Tuvo un Larry Bird enfrente.
Jordan nunca tuvo un oponente al que pudiera llamar gran rival en justicia (si bien Dominique Wilkins lo pareció en ocasiones). En parte por eso ganó seis anillos de campeón de la NBA, claro, y por consiguiente su título extraoficial de mejor jugador de la historia.
Pero también es en parte por ello que me merecen más respeto los triunfos de Johnson con sus Lakers (5 títulos) y Bird con sus Celtics (3). Porque convirtieron en leyenda su enfrentamiento casi permanente durante la década de los 80. Y porque sus respectivas y gloriosas trayectorias se basaron en buena medida en los triunfos (y derrotas) que cosecharon el uno sobre el otro.
Al contrario de lo que se puede decir de la apisonadora que fueron los Bulls de Jordan, siempre hubo un claro desafío a las aspiraciones de uno por parte del otro.
No por casualidad he utilizado el verbo disfrutar para definir la relación de Magic con su archirrival (y viceversa). Las derrotas que se infligieron el uno al otro solo dieron mayor valor a cada una de las victorias. El calibre de los logros de uno se convertía en la referencia del otro. Se hicieron grandes mutuamente. A base de robarse éxitos en uno al otro. Y al final, el valor de los logros de ambos supera con mucho -desde mi punto de vista- el que hubieran alcanzado si uno no hubiera conseguido nada y el otro hubiese ganado cada trofeo que disputaron.
Todo este rollo (que a la altura de este renglón ya habrá hecho huir a los no aficionados al baloncesto) me hizo reflexionar acerca de la importancia de los desafíos, las adversidades y la dificultad en la vida.
La montaña te agota cuando trepas por ella, y es sencillo creer que es la montaña lo que se opone a tu ascensión. Pero sin ella no podrías subir.
O algo.
Tuvo un Larry Bird enfrente.
Jordan nunca tuvo un oponente al que pudiera llamar gran rival en justicia (si bien Dominique Wilkins lo pareció en ocasiones). En parte por eso ganó seis anillos de campeón de la NBA, claro, y por consiguiente su título extraoficial de mejor jugador de la historia.
Pero también es en parte por ello que me merecen más respeto los triunfos de Johnson con sus Lakers (5 títulos) y Bird con sus Celtics (3). Porque convirtieron en leyenda su enfrentamiento casi permanente durante la década de los 80. Y porque sus respectivas y gloriosas trayectorias se basaron en buena medida en los triunfos (y derrotas) que cosecharon el uno sobre el otro.
Al contrario de lo que se puede decir de la apisonadora que fueron los Bulls de Jordan, siempre hubo un claro desafío a las aspiraciones de uno por parte del otro.
No por casualidad he utilizado el verbo disfrutar para definir la relación de Magic con su archirrival (y viceversa). Las derrotas que se infligieron el uno al otro solo dieron mayor valor a cada una de las victorias. El calibre de los logros de uno se convertía en la referencia del otro. Se hicieron grandes mutuamente. A base de robarse éxitos en uno al otro. Y al final, el valor de los logros de ambos supera con mucho -desde mi punto de vista- el que hubieran alcanzado si uno no hubiera conseguido nada y el otro hubiese ganado cada trofeo que disputaron.
Todo este rollo (que a la altura de este renglón ya habrá hecho huir a los no aficionados al baloncesto) me hizo reflexionar acerca de la importancia de los desafíos, las adversidades y la dificultad en la vida.
La montaña te agota cuando trepas por ella, y es sencillo creer que es la montaña lo que se opone a tu ascensión. Pero sin ella no podrías subir.
O algo.
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