Hugo y yo

La culpa es de la sociedad.

Mi foto
Nombre:
Lugar: En las Nubes (Alcalá de Henares), Madrid, Spain

31.1.06

Piano Man

He acudido a mi primer concierto de música clásica. Una bonita, si bien algo tristona, selección de Verdi, Stravinsky y otros. Una gran experiencia.

Como que me está volviendo a entrar el gusanillo de aprender a tocar el piano. A mis años, manda huevos.



Tengo una relación algo frustrada con la música en su vertiente práctica. Siempre me atrajo, pero nunca terminé de dar el paso. Podría aprovechar el tirón del año Mozart y decidirme de una vez.

Y el piano es fascinante. Solo su aspecto ya me gusta. La sucesión de 88 teclas blancas y negras me resulta hipnótica.

Cuando pase la oposición, quizá, si para entonces me duran las ganas...

Ah, Letroncio tiene un blog.

18.1.06

Remember The Mountain Bed

¿Los momentos inolvidables definen la calidad de una vida?

(es que hoy no sé cómo empezar sutilmente)

Esto me ha venido a la cabeza de un antiguo anuncio de coches, creo. Momentos inolvidables, especiales, iniciáticos, intensos, apasionantes, escalofriantes, conmovedores... Esas cosas que se recuerdan con una sonrisa, un encogimiento en el estómago o una dulce nostalgia.

¿Cuantos necesita una vida para merecer la pena? ¿Tenemos un fijo (primer beso, primer polvo, etc.) mas incentivos? Si hacer algo una vez es emocionante, ¿hacerlo cien veces es cien veces mejor? ¿Puede uno conservar el mismo sentimiento por cada una de sus aventuras, objetivos alcanzados, sorpresas agradables, etc., por muchos que sean?

Lo que hace únicos ciertos recuerdos es, además de las emociones a que van asociados, su condición de únicos e irrepetibles. Tratar de revivir lo que se sintió con el primer beso a base de besar a quienquiera que se ponga a tiro no solo no funcionará, sino que es un método seguro de difuminar el recuerdo y la emoción de aquél momento, y encima pillar algo.



Más no es siempre mejor. Tener demasiado de lo que sea lo devalúa. Quien se haya llevado a la cama a 5.000 mujeres a lo largo de su vida probablemente no tendrá un recuerdo imborrable de ninguna de ellas en su lecho de muerte.

(Aunque es probable que de todos modos muera con una enorme sonrisa en la cara)

Con las experiencias, además de disfrutar o sufrir, aprendemos, y ello nos hace más difíciles de impresionar con la repetición. El precio de disfrutar es disfrutar cada vez un poco menos, cual yonqui que ve el placer sustituido por la necesidad. La saciedad es peligrosa, y el punto de equilibrio entre satisfacción y deseo es más estrecho que el pico de la montaña a la que Sísifo ascendía empujando su roca. Vivimos una sucesión de trabajosas ascensiones y ahítos descensos con breves destellos de plenitud. La puta roca no se quedará quieta arriba jamás.

Pensaba hablar del amor, pero no me ha salido.

14.1.06

Sweet Dreams (Are Made Of This)

Las sobrinas de Ana son una fuente inagotable de anécdotas, a cual más encantadora. Una de las últimas es la siguiente.

Estando en el parque un dia cualquiera, a José, el hermano de Ana y padre de las criaturas, se le ocurrió tomarle el pelo a Elena, la mayor, lanzándole caramelos desde detrás y, con la ayuda de otros adultos implicados, hacerle creer que estaba lloviendo caramelos. Las risas fueron sonadas cuando Elena, ni corta ni perezosa, tendió las manos ahuecadas mientras miraba al cielo.

Pobre. Así aprenderá a confiar en los adultos. Pero, en su inocencia infantil, creyó por un momento que era posible que cayesen caramelos del cielo. En la práctica, vivió por un instante en un mundo en el que llovían caramelos.

Ilusión. La palabra de hoy. La esperanza de cumplimiento más o menos probable, pero altamente deseable. Y el engaño de los sentidos o la realidad según la percibimos o comprendemos.




Los niños son cinturones negros del escapismo de la realidad, por su simple carencia de una realidad definida: están aprendiendo el mundo a cada paso, y nada atenta contra la coherencia de su sistema, puesto que apenas hay absolutos en él.

Con la edad y el aprendizaje, el mundo se va estrechando a nuestro alrededor, y lo que antes era arcilla se vuelve piedra. La ilusión queda confinada entonces al ámbito de lo que podría pasar, si bien es difícil o altamente improbable, o a la fantasía pura y dura, con la raya marcada profundamente entre lo que puede y no puede ser.

La vida, el azar, los avances tecnológicos y otros factores hacen que ciertos elementos puedan saltar de un lado de la raya a otro, claro. Pero un hombre más o menos racional y educado ubica las cosas en su correspondiente sitio a cierta edad y ahí se quedan, criando polvo.
Ni que decir tiene que rarísimas veces esto da para ser tema de conversación. Lo que es real y lo que no son obviedades ridículas entre personas procedentes de entornos similares. La realidad es, y punto.

Pero la ilusión la puede transformar. La realidad es solo en parte un conjunto de leyes físicas y marco geográfico y social. Es también lo que construimos en nuestro interior con la suma de esas circunstancias tamizada por nuestras respectivas cabezas. Y ese tamizado puede ser muy irrespetuoso.

Una diferencia muy habitual es la que distingue a creyentes de no creyentes (o creyentes en otra cosa). El creyente tiene un Dios más allá de las nubes, que le escucha y protege, y a su debido tiempo le acogerá. El que no, pues no. Aunque en sus vidas diarias ambos sujetos podrían comportarse exactamente igual, no viven en el mismo mundo.
Y no hablemos ya de los enfermos mentales, o los aficionados a tóxicos diversos.

La fuerza de la ilusión va mucho más allá de empujarnos a comprar lotería. Podemos rehacer el mundo a nuestro alrededor deformando nuestro filtrado de la realidad. Se pueden tener experiencias místicas, ver fantasmas o hablar con los ancestros en el otro mundo, si se quiere. El requisito es querer. Y desarrollar el engaño adecuado para amortiguar todo choque con la realidad, la buena.

Porque tampoco se puede cambiar lo que hay a golpe de ilusión, claro está. No vas a devolver la salud a los enfermos o recuperar tu empleo. Puedes conseguir que deje de afectarte el modo en que son las cosas. Lo que no es poco. Y a partir de ahí, tal vez ser capaz de trabajar para mejorarlas.

Dedicado a Carlos.